martes, 10 de febrero de 2009

Hacernos presentes en nuestra vida

Los seres humanos hemos avanzado con pasos de gigante en el conocimiento de nosotros mismos: ahora sabemos mucho acerca del yo, del superyo y del ello; conocemos que hay motivaciones inconscientes y conscientes; hemos aprendido estrategias de comunicación interpersonal; creemos dominar el mundo en que vivimos. En muchas ocasiones, entre más conocemos acerca de nosotros mismos, más nos alejamos de quienes realmente somos. Hemos generado tantos y tan fáciles conocimientos, que creemos saberlo todo, tener acceso a todo, control de todo. Para mí, este nivel de conocimientos y progreso ha generado "la ilusión del hombre universal", que vive en un mundo pseudo-moderno, y convive con ciber-amigos y redes "virtuales" de apoyo.

Un mundo "a lo fácil". ¿Para qué emprender un viaje interior, espiritual y lleno de obstáculos a superar..., si basta con leer un librito de "superación personal" y mirarse ante el espejo y declarar "soy una persona maravillosa"? ¿Para qué buscar dentro de sí mismo las estrategias para ser felices en pareja..., si basta con pintar de verde la pared de la izquierda para atraer la buena suerte? ¿Para qué revisar la manera en que vivimos y encontrar insatisfacciones que reclamen nuestra creatividad..., si basta con escuchar un "iluminado" en un auditorio y luego repetir lo mismo, sólo repetir? Finalmente, ¿para qué debo arriesgarme a despertarme de mi letargo y esforzarme por vivir responsablemente mi vida..., si basta con tomar el medicamento milagroso de moda, o golpear un cojín por lo mal que me ha ido, o vestirme de blanco y exorcizar los malos espíritus con piedras, rituales y cartas mágicas?


No hablo aquí de la veracidad de los conocimientos, sino de nuestra actitud ante ellos. Una gran verdad que yo he conocido es que saber no es cambiar; para transformarnos, se necesita más que una postura intelectual o mágica ante lo que conocemos. La transformación total, ésta a lo que llamo el viaje interior, se consigue con el paso del tiempo. Si alguien quisiera vivir a un mismo tiempo la primavera, el verano, el otoño y el invierno, no lo conseguiría... sencillamente porque así lo quiso la sabiduría divina. Para cada cosa existe un tiempo, y en este camino espiritual también.


Como dije anteriormente, las vueltas que demos por este viaje interior dependen del nivel de realización del viajero: unas vueltas para conocerse (nivel psicológico), otras vueltas para conectar con los demás (nivel transpersonal), y otras vueltas más para realizar y manifestar la Unidad de lo divino (nivel trascendental o espiritual). En otras palabras, el viaje interior consiste en caminar gradualmente hacia el conocimiento hasta llegar a la más alta de sus formas: conocimiento que ilumina.

Para entender esto más claramente, tomemos el fuego como símbolo de la Verdad (ya que conocer es llegar a la verdad). Hay quien llega al conocimiento de la verdad, que es conocer el fuego luego de que alguien nos ha hablado de él; hay quien llega a la visión de la verdad, que es conocer el fuego a través de ver la luz de sus llamas; y hay quien llega al gozo de la verdad, que es conocer el fuego al haber sido consumido por él.

Por una parte, podemos conseguir el conocimiento de la verdad, de nosotros mismos y del mundo, a través de teorías psicológicas y doctrinas espirituales (lo que forma el "cuerpo" del conocimiento). Y, por otra parte, llegamos a la visión del conocimiento a través de la práctica de lo aprendido, de los métodos y estrategias vividas cotidianamente (lo que el forma el "alma" del conocimiento), que llevan al gozo de la verdad, al "espíritu" o esencia que habita en cada uno de nosotros.

Entender esta metáfora visual del viaje (circunferencia, radio y centro) nos deja en claro que, a menos que realicemos la práctica cotidiana de aquello que hemos conocido, a menos que nos despertemos y hagamos de la vida una realidad, será difícil la transformación que se pretende sólo por saber la teoría. Salir del letargo y despertarse es tomar conciencia y hacernos presentes en nuestra vida; éste es el primer paso en el viaje interior.

Como diría Surya Das (uno de los últimos lamas iluminados): "En sentido espiritual, todo lo que uno desea, a lo que aspira y necesita, está siempre presente, es asequible aquí y ahora, para aquellos que tienen ojos para ver". Cuando damos los primeros pasos en el viaje interior, vemos que nuestra atención está continuamente atrapada por ideas, ansiedades, preocupaciones e imágenes mentales y rara vez estamos presentes en nosotros mismos y en nuestra experiencia inmediata. Cuando nos permitimos experimentar plenamente, nuestra presencia como seres vivos, aquí y ahora, resulta una percepción transformadora, que nos embarca en el viaje interior.
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[Bitácora] Detente un momento, haciendo a un lado las actividades cotidianas en las que usualmente ocupas tu tiempo. Comienza a observar a tu alrededor, mira con detenimiento las cosas que te rodean, los objetos, el paisaje, las personas. Emplea el tiempo que te sea necesario, respira profundamente, permitiéndote observar. Ahora, percibe que hay cosas o matices en los que hasta ahora no te habías fijado. Házte presente: pon atención en tu respiración, en lo que estás sintiendo con este ejercicio sencillo, siente tu cuerpo. Luego mira a tu alrededor como si fuera la primera vez que lo observases. ¿Tiene aspectos que no habías visto nunca? ¿Percibes algo de manera distinta? ¿Qué sentimientos aparecen como resultado de reconectarte con tu alrededor? Recuerda que te estás permitiendo estar presente aquí y ahora, libre del aturdimiento de tu "dialogo interior". Finalmente, reflexiona: ¿qué de mi ambiente necesita un cambio de mi parte? ¿qué sentimientos experimento, que me hablan de la necesidad de moverme hacia la transformación?

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