jueves, 29 de enero de 2009

Yo Soy La Bella Durmiente

Los seres humanos somos inquisidores por naturaleza. Nos preguntamos: ¿por qué el mundo es como es?, ¿por qué soy así?, ¿por qué me suceden estas cosas?, ¿por qué las cosas son como son y cómo empezaron a ser así?, etc.


A lo largo de nuestra historia como seres humanos, hemos hecho intentos para responder a estos cuestionamientos e inquietudes. Estos intentos se llaman "mitos" (μῦθος = narración), es decir, narraciones que intentan dar explicación a una realidad; también un mito es un conjunto de creencias e imágenes que se forman alrededor de un fenómeno o personaje y que le convierten en modelo o prototipo. Entonces, no es que los mitos sean mentiras, sino explicaciones.


Marie-Louise von Franz, analista discípula de C. G. Jung, estudió el mundo de los mitos, cuentos de hadas, visiones y sueños, y los describió como expresiones del símbolo universal del Anthropos (el Hombre Cósmico, un arquetipo universal que abarca tanto la identidad personal como la identidad colectiva de los seres humanos). Todas estas narraciones cuentan la misma historia: el viaje del hombre y los distintos elementos arquetípicos con los que debe enfrentarse. Ahora, lo importante de revisar estas historias universales es analizar e identificar lo que tienen qué decirnos acerca de nuestra propia historia de vida personal.


Eric Berne, creador del Análisis Transaccional, también estudió los mitos y los cuentos de hadas y los utilizó para explicar algunos de los problemas emocionales que observaba. Describió una especie de tipología (mejor conocida como "argumentos de vida") y dijo que había sólo un número limitado de maneras de vivir la vida y que éstas ya habían sido "encapsuladas" en los mitos y los cuentos de hadas.


¿Por qué los mitos y los cuentos de hadas pueden ser relevantes para nuestra transformación? Primero, porque son historias coherentes que han sobrevivido cientos o miles de años y ejercen una atracción universal a las capas primitivas de la mente humana, quedando como experiencias susceptibles de identificación (¿quién no se sorprende al verse reflejado, a veces tan acertamente, en un personaje o historia determinados?). Segundo, y como consecuencia, si relacionamos nuestras vidas con alguna historia particular, podríamos encontrar pistas acerca de lo que necesitamos hacer para evitar un final desgraciado o para avanzar hacia un final feliz.


En La Bella Durmiente, en el bautismo de la tan anhelada princesa, tres hadas son invitadas como madrinas y regalan a Rosamunda (o Aurora) los dones de belleza, inteligencia y talento musical. Sin embargo, una hada malvada, enojada porque había sido relegada, lanza un hechizo: cuando Rosamunda cumpla los 15 años, se pinchará un dedo con un huso y morirá. Una hada buena, viendo que es incapaz de revertir completamente el hechizo, sentencia que la princesa dormirá cien años, hasta que sea despertada por el beso de un príncipe. Entonces, el rey prohibe que se usen los husos y las ruecas en todo el reino, bajo pena de muerte. Pero todo es en vano. Cuando la princesa cumple 15 años (o sea, llega a la vida adulta), se topa con una anciana que, en la torre del castillo, está hilando. La princesa le pide que la deje hacer esa tarea tan desconocida y... lo inevitable sucede: ¡la maldición del hada malvada se cumple! Entonces, el hada buena regresa y pone a dormir a todos los que están en el castillo. Un bosque de rosas salvajes crece alrededor del castillo, resguardándolo del mundo exterior: nadie puede entrar sin que encuentre la muerte entre las espinas. Después de que han pasado los cien años, un príncipe que ha escuchado la historia del encantamiento se atreve a adentrarse en el bosque y llega al castillo. Viendo la belleza de la princesa, tiembla de la emoción y cae de rodillas ante ella. La besa, ella despierta y, entonces, todos en el castillo despiertan para continuar sus vidas justo donde habían sido detenidas, como si nada hubiera pasado... y todos vivieron para siempre feliz.


Consideremos los siguientes elementos: una mujer atrapada, un largo período de letargo que la separa del contacto con el mundo ordinario, un héroe que supera los obstáculos o que simplemente llega en el momento adecuado, y un despertar. Casi todos estos elementos de La Bella Durmiente realmente pueden suceder. Sin embargo hay una ilusión que la protagonista no alcanza a reconocer: el tiempo no se detiene mientras que está dormida, que en realidad Rosamunda no tiene 15 años, sino 30, 40, 50 o, incluso ¡115!


Una persona que en la actualidad viva un argumento de vida semejante al de La Bella Durmiente tendrá que empezar a comprender que nada ni nadie puede permanecer sin cambios depués de que ha pasado un lapso de tiempo de tantos años.


Muchas personas, de una u otra manera, pasan toda la vida esperando al Príncipe, al salvador, alguien que los rescate, el trabajo adecuado, la justa oportunidad, lo que sea... en lugar de despertar a la realidad de que cada uno es responsable de construir las condiciones y la calidad de vida que quiere. Estar dormido por tantos años, en la espera de que algo especial suceda, es bloquear, evadir o temer el crecimiento personal.


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[Bitácora] Medita de qué maneras representas a Rosamunda. El género de la protagonista de un cuento no es relevante (¡a menos que despierte alguna sensación homofóbica!). ¿En qué consiste tu letargo?, ¿de qué manera te entretienes en lo que "podrías lograr si tan sólo..."?, ¿qué suceso extraordinario estás esperando que pase para poder movilizar tu energía?, ¿puedes reconocer que si esperas que el "príncipe" (eso extraordinario) llegue de afuera, puede ser que no llegue, o que llegue precisamente demasiado tarde (¡cien años después!)?


En el inicio de tu viaje interior, ¿cuáles son las cosas internas que te impiden despertar?

martes, 20 de enero de 2009

El Viaje


La idea de viaje no es algo nuevo, ya que es un símbolo que, bajo diferentes formas, se encuentra en muy diversas tradiciones desde los tiempos más remotos. El viaje simboliza la experiencia de dejar lo familiar y lo conocido, e iniciar una travesía en búsqueda de algo que necesitamos o que intuimos hará posible un cambio en nuestras vidas.


Recordemos a Percival, que sale de su hogar una mañana, dispuesto a convertirse en caballero; a Jasón, que viaja a la Cólquida para traer consigo el vellocino de oro que le hará ocupar el trono que le pertenece; a Antígona, que viaja en el exilio y regresa para hacer respetar el honor de la familia; a Odiseo (Ulises), con su viaje de más de 20 años, lleno de circunstancias a superar; a los hebreos en su éxodo y travesía por el Sinaí, buscando la tierra prometida; a Mahoma y su peregrinación (Hégira) para transmitir su iluminación; a Pinocho y su gran escape, buscando convertirse en un niño de verdad; a la Mujer Maravilla con su viaje galáctico a otro mundo, con la misión de salvarlo; o a las siete tribus, que dejan Aztlán, donde vivían rodeadas de dicha y felicidad, para comenzar su peregrinación hacia la libertad en el ombligo del mundo.


Así, el viaje es como un arquetipo poderoso que expresa una realidad, una necesidad, una experiencia humana universal: la búsqueda de sí mismo (self), el encuentro con la identidad propia, el re-encuentro con la esencia, el retorno a la divinidad. En el transcurso, el hombre viejo (o la mujer vieja) "muere" para dar lugar al hombre de verdad (o la mujer de verdad), que sólo puede mostrarse quitándose las miserias que le impiden ser quien verdaderamente es. La transformación llega después de un camino de purificación.


El viaje interior va más allá del mero desplazamiento físico; se trata de la acción desarrollada en pos de un objetivo: el encuentro consigo mismo. El viaje interior es un proceso de búsqueda y aprendizaje espiritual. Es una travesía lenta, por etapas, difícil y a la vez gratificante. Durante el camino las seguridades son ilusorias, existen pruebas y obstáculos a superar, en ocasiones se requiere la ayuda del exterior.


¿Qué debemos tener siempre en mente? Hay tres dimensiones en el viaje interior: el viajero, el camino y la meta.
  • El viajero es único e irrepetible, y debe hacer el viaje de manera personal, dueño de las decisiones, apropiándose de las experiencias y el autoconocimiento. Cada quien decide el ritmo de su andar; cada quien toma las veredas que necesita. Es más, cada quien inicia su trayecto en el momento justo y oportuno.

  • El camino es la serie de experiencias disponibles. Estas experiencias incluyen recursos para el auto-conocimiento, como viáticos para el viajero, que le ayudan a alcanzar su meta. Un camino sin obstáculos no es el mejor, aunque sí el más fácil.

  • La meta es el objetivo perseguido y, a la vez, el final del camino. Depende del nivel de realización del viajero. Así, podemos reconocer que las metas pueden estar en un nivel psicológico (si se busca el auto-conocimiento y el desarrollo personal), en un nivel transpersonal (si se busca el contacto y la integración con los demás), o en un nivel trascendental o espiritual (si se busca realizar y manifestar la Unidad de lo divino). Estos niveles son sucesivos, y se realizan gradualmente.
El viaje interior puede comenzar cuando vamos más allá de lo evidente, cuando atravesamos el espejo de las ilusiones y nos enfrentamos a nuestras insatisfacciones. Entonces, nos sentimos urgidos por la necesidad de transformación, de iniciar el viaje.

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[Bitácora] La pregunta de inicio es... ¿cuál es tu objetivo en este viaje?, ¿qué buscas?, ¿qué tipo de transformación necesitas?

martes, 6 de enero de 2009

Las Ramas Secas

Había una vez un maestro jardinero muy diestro para enseñar cómo cultivar flores, plantas de ornato, para la casa, para los jardines, árboles frutales, etc. Un día, el maestro explica el arte de podar. Enseña cómo y cuándo se debe realizar la poda, con cuál técnica, y especialmente subraya su importancia. Debe hacerse con cuidado, porque las ramas secas siguen chupando la savia vital e impiden el crecimiento de nuevos brotes. Explica las diferentes técnicas de poda, desde las más tradicionales hasta las más modernas.

En un cierto momento, un estudiante le pregunta: "¿Y qué hacemos con las ramas secas?". El maestro jardinero regresa la pregunta a los estudiantes y les dice: "¿Ustedes qué harían con ellas?". Uno responde que escogería las ramas más bellas y las utilizaría para hacer arreglos florales. Otro dice que echaría las ramas más pequeñas en la composta y las más grandes se las regalaría a un amigo que tiene la afición de hacer pequeñas esculturas de madera. Otro dice que las usaría para calentarse; tiene una casa antigua con una chimenea y necesita leña, no importa el tamaño. Otro más dice que utilizaría las ramas más fuertes como apoyos de otros árboles y para construir empalizadas.

De pronto, el maestro se da cuenta que un estudiante no participa de la discusión, parece absorto en sus pensamientos. Voltea hacia él y le pregunta qué está pensando. El estudiante le responde que estaba pensando en su abuelo, que ha desperdiciado su talento de jardinero buscando cultivar las ramas secas: había puesto algunas en agua con abono y otras directamente en la tierra, también bien abonada. Dedicaba todo su tiempo a las ramas secas y descuidaba las ramas y plantas que estaban vivas y verdes. Había gastado toda su energía en las ramas secas que no daban fruto alguno