lunes, 9 de marzo de 2009

El Viaje a Ítaca

Ítaca es la legendaria patria de Odiseo (Ulises), a la cual debe retornar luego de su homérico viaje…

...y bien puede servir ahora para pre-figurarnos el viaje al que estamos llamados a emprender.


Con la idea de hacer una última reflexión antes del viaje, les dejo aquí el increíble y hermoso poema de Constantino Cavafis (1863-1933), Ítaca:


Cuando emprendas tu viaje a Ítaca

pide que el camino sea largo,

lleno de aventuras, lleno de experiencias.

No temas a los Lestrigones ni a los Cíclopes

ni al colérico Poseidón,

seres tales jamás hallarás en tu camino,

si tu pensar es elevado, si selecta

es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.

Ni a los Lestrigones ni a los Cíclopes

ni al salvaje Poseidón encontrarás,

si no los llevas dentro de tu alma,

si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.

Que muchas sean las mañanas de verano

en que llegues -¡con qué placer y alegría!-

a puertos nunca vistos antes.

Detente en los emporios de Fenicia

y hazte con hermosas mercancías,

nácar y coral, ámbar y ébano

y toda suerte de perfumes sensuales,

cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.

Ve a muchas ciudades egipcias

a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Ítaca en tu mente.

Llegar allí es tu destino.

Mas no apresures nunca el viaje.

Mejor que dure muchos años

y atracar, viejo ya, en la isla,

enriquecido de cuanto ganaste en el camino

sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.

Sin ella no habrías emprendido el camino.

Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Ítaca no te ha engañado.

Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,

entenderás ya qué significan las Ítacas.


Por si fuera poco, les incluyo aquí un vídeo de Beth cantando un trozo de la canción "Itaca", basada en el poema de Cavafis, original de Lluis Llach en catalán. Disfrútenlo...

martes, 24 de febrero de 2009

De Viajeros, No-Viajeros y Casi-Viajeros



La búsqueda de uno mismo, el afán de encontrarse consigo mismo y con los demás, y llegar a la meta del viaje espiritual hasta toparse y descubrirse con la Unidad Divina, no es una tarea fácil: es un derecho de toda persona… y, siendo un derecho, hay quienes lo hacen propio y quienes no. En otras palabras, hay quien emprende su viaje interior y personal, quien lo hace sólo como “compañía” de alguien más (creyendo que vive su propio viaje), y quien sencillamente no lo toma y se queda tranquilo en casa pretendiendo que vive. Podríamos hablar, entonces, de distintos tipos de viajeros, de no-viajeros y de casi-viajeros.








Los No-Viajeros



Hemos ya leído sobre los que “viven” al estilo Bella Durmiente, que se quedan esperando y esperando, en la ilusión de que algo o alguien más haga un cambio favorable que les lleve a despertarse y ser felices; mientras tanto, los infortunios se deben a hechizos de los demás (que en psicología llamamos “proyección”), a accidentes desafortunados: todo ha sido mala suerte (“desde que me pinché con el huso…”), o bien, no ha llegado la buena suerte (¡en un caballo que se atreve a interrumpir cien años de letargo!).




Los Casi-Viajeros



Por una parte, tenemos a los casi-viajeros en subjuntivo, es decir, los que viven fuera de lugar en el "hubiera” y sus viajes son complicados en fantasía (¡de hecho, lo que viven es el pluscuamperfecto de subjuntivo!). Viendo que los demás se atreven, piensan que, entonces, sólo es cuestión de decir “yo también”, aunque luego continúen con su monotonía y atrapados en el “si hubiera…”. Como Tecuciztecatl, el dios rico pero cobarde. Cuenta el mito azteca que, cuando aún era de noche, y no existía un sol que hiciera el amanecer, se reunieron todos los dioses en Teotihuacan para ver quién tomaría el trabajo de hacer salir el sol. Tecuciztecatl dijo “¡Yo tengo que ser!”, y nadie más se atrevía… excepto Nanahuatzin, el dios pobre, quien recibió de buena gana la petición. Luego de cuatro noches de penitencia, llegó la media noche y se les ordenó arrojarse al fuego para sacrificarse y convertirse así en un dios superior, el sol. Tecuciztecatl sintió que el ardor era insufrible y no hizo más que sentir miedo, pararse a medio camino y retroceder; luego de cuatro intentos, se echó a huir. Entonces los dioses dijeron a Nanahuatzin que se arrojara al fuego. Nanahuatzin esforzó su corazón, no se amedrentó, no retrocedió y se arrojó al fuego de una vez. Al ver esto, Tecuciztecatl también se arrojó. Al alba, surgieron tal como se habían auto-sacrificado: Nanahuatzin-el Sol salió primero por el oriente, seguido de Tecuciztecatl-la Luna; y así hacen su oficio durante el día y la noche. Tecuciztecatl hubiera sido el sol, si no se hubiera acobardado y se hubiera echado al fuego.




Por otra parte, también hay los casi-viajeros de compañía, que viven adheridos al proyecto de otra persona (esposo, esposa, hijos, trabajo, etc.), ya que consideran que su propio valor es tan pequeño que no vale la pena vivirse, o que el propio valor viene de fuera, del cumplimiento con un rol social o del cumplimiento de las expectativas externas. Como el caso de Antígona, que decide acompañar a Edipo, su padre ciego, cuando éste va en exilio a Colono, donde muere. Regresa a Tebas cuando Creón prohibe el entierro de los Argivos (que habían atacado a Tebas y habían sido derrotados), en particular el de Policines, hermano de Antígona. Sin embargo, Antígona roba el cuerpo de su hermano y le da sepultura, en contra de la prohibición. Y por esa razón, es sentenciada a muerte. Indudablemente el acto heórico de Antígona es oponerse a las leyes injustas, al deshonor, ya que "aunque las leyes del gobierno sean consideradas como indispensables, a veces hay que oponerse cuando pretenden estar por encima de las leyes divinas inalterables; ya que estas últimas son eternas, mientras que las leyes hechas por los hombres vienen y van". Sin embargo, es claro que la vida de Antígona, en el plano personal, no tiene el mismo valor que la consideración que ella hace acerca de la justicia y de las cosas en el plano social; de hecho, luego nos enteramos por Sófocles que Antígona era casada y que tenía un hijo, y no sabemos qué lugar ocupaban en su proyecto personal...





Los Viajeros



Aquí tenemos diferentes "versiones", de entre las cuales anoto sólo tres.



El Viajero Renuente, aquel que inicia la travesía no por su propia voluntad, sino porque ésta es una cuestión de vida o muerte (como Blanca Nieves), o porque "crecer forma parte de una obligación social" y deben, así, obedecer los mandatos. Tomemos el caso de Hänsel y Gretel: son los hijos de un pobre leñador que, temiendo el hambre, es aconsejado por su esposa (la madrastra, obviamente) para que los lleve al bosque y luego los abandone allí. Hänsel y Gretel escuchan el plan de su madrastra, y Hänsel tiene la ocurrencia de recoger guijarros blancos, para dejarse un rastro que les indica el camino de vuelta a casa. Después de que vuelven, su madrastra convence de nuevo al leñador para abandonarlos; esta vez, sin embargo, ellos sólo pueden dejar un rastro de migas de pan. Desafortunadamente, los animales del bosque se comen su rastro de migas de pan ocasionando que Hänsel y Gretel se pierdan. Perdidos en el bosque, encuentran una casa hecha de pan, con ventanas de azúcar, la cual empiezan a comer. La habitante de la casa, una vieja mujer (otra bruja, obviamente, pero más temible), los invita a entrar con las malas intenciones de engordarlos y luego comerlos. Aunque la bruja encarcela a Hänsel y hace a Gretel su sirvienta, Gretel la engaña y logran escapar a su casa para reunirse con su padre, cuya mujer había muerto por ese entonces. "Así fue que toda necesidad llegó a su fin, y ellos vivieron juntos en perfecta felicidad". Aunque este cuento de hadas contiene muchos elementos que necesitarían un análisis posterior, en este momento quiero llamar la atención sobre dos detalles: los guijarros blancos representan la renuencia de Hänsel y Gretel que les devuelve al hogar, a lo familiar ("más vale malo conocido" que un camino bueno por explorar). Sólo cuando, providencialmente, lo que les puede regresar no existe (en este caso, las migas de pan; o "quemar las naves", como lo hizo Cortés), se ven en la posibilidad de superar los conflictos que existen en todo viaje desconocido. Además, no es la actitud lógica de Hänsel (pistas para volver a casa), sino la valentía y espontaneidad de Gretel (burlar a la bruja), la que salva e ilumina.


El Viajero Rebelde, que emprende su viaje como una reacción a lo establecido (como Atalanta). Es el tipo de viajero que se sobrepone a las adversidades del medio ambiente, que reta el status quo para salir en búsqueda de su realización. Atalanta fue una heroína reconocida por sus inmejorables habilidades para la caza. Su padre quería únicamente hijos varones y por eso, al nacer Atalanta, la abandonó en el monte Partenio a su suerte. Pudo sobrevivir gracias a que una osa la cuidó y la amamantó, hasta que unos cazadores la encontraron y decidieron criarla. Así, desde su infancia, Atalanta se enfrentó a muchos peligros: tuvo que enfrentarse a dos centauros que querían violarla, participó y ganó en la cacería del jabalí de Calidón, ganó el premio a la carrera en los juegos fúnebres organizados en nombre de Pelias, y fue la única mujer argonauta que acompañó a Jasón tras el vellocino de oro. Atalanta simboliza la mujer contestataria que se rebeló contra todos los esquemas patriarcales de la Grecia Antigua y logró obtener el respeto de sus contemporáneos así como de la posteridad. La desventaja para el viajero rebelde es que se vive el viaje de una manera desasosegada, siempre con una carga emocional fuerte y reaccionaria. De hecho, su nombre significa precisamente la necesidad de igualdad (Atalanth= igual en peso).



Finalmente, el Viajero Interior, aquel que sale en búsqueda de algo que le pertenece (como Jasón que va tras el vellocino de oro, pero que su meta es recuperar su reino) o aquel que busca convertirse en algo mejor (como Perceval). Tras la muerte de su padre, la madre de Perceval le lleva a los bosques de Gales donde le cría a espaldas de las tareas propias de los hombres hasta los 15 años. Sin embargo, finalmente un grupo de caballeros atraviesa el bosque y Perceval queda impactado por su heroica apariencia. Queriendo convertirse en caballero, el muchacho viaja hasta la corte del rey Arturo, donde tras probar su valía como guerrero es investido caballero e invitado a unirse a los Caballeros de la Mesa Redonda. Sale en la búsqueda del Santo Grial, se encuentra con el lisiado Rey Pescador y ve el Santo Grial, pero no logra hacer la pregunta que habría curado al herido monarca. Tras aprender de sus errores hace voto de volver a encontrar el castillo del Grial y completar la búsqueda.



Para mí, el tipo de héroe que manifiesta Perceval es el más cercano a aquellos que buscan iniciar su Viaje Interior: al principio es ingenuo y atontado, pues había sido protegido de los peligros del medio ambiente (como aquellos que todavía "no salen del cascarón", y no precisamente por la edad). Aunque ha visto la manifestación de la meta del viaje espiritual (el santo Grial), fracasa en hacer la pregunta adecuada (porque ha aprendido que "hacer muchas preguntas es falta de respeto", o cualquier otro mensaje parental -introyecto- que haya tragado sin digerir...) que hubiera curado al rey. Sin embargo, aunque inicialmente un ingenuo, Perceval es suficientemente puro como para curar las heridas del rey y convertirse en el Guardián del Grial.



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[Bitácora] Aparta un momento y un espacio en el que puedas realizar la siguiente meditación. Imagina, aunque sea por un momento, que tu vida deja de ser tal como la vives: desaparece tu trabajo, tu familia, tus amigos... Desaparece todo lo conocido, lo familiar, lo que te brinda seguridad y estabilidad. Pregúntate: si no tengo estas cosas, ¿qué dirige mi vida? Si el centro de mi vida, tal como es actualmente, se perdiera... ¿qué me quedaría? ¿En qué me convierto? ¿Cómo es mi existencia actual? ¿Aletargada como la de Bella Durmiente? ¿Reaccionaria y ambiciosa como la de Tecuciztecatl? ¿Apoyada en la de los demás como la de Antígona? ¿Renuente y necesitada de creatividad como la de Hänsel? ¿Rebelde y violenta como la de Atalanta? ¿Ingenua e impreparada como la de Perceval?

El reto es aprender...

martes, 10 de febrero de 2009

Hacernos presentes en nuestra vida

Los seres humanos hemos avanzado con pasos de gigante en el conocimiento de nosotros mismos: ahora sabemos mucho acerca del yo, del superyo y del ello; conocemos que hay motivaciones inconscientes y conscientes; hemos aprendido estrategias de comunicación interpersonal; creemos dominar el mundo en que vivimos. En muchas ocasiones, entre más conocemos acerca de nosotros mismos, más nos alejamos de quienes realmente somos. Hemos generado tantos y tan fáciles conocimientos, que creemos saberlo todo, tener acceso a todo, control de todo. Para mí, este nivel de conocimientos y progreso ha generado "la ilusión del hombre universal", que vive en un mundo pseudo-moderno, y convive con ciber-amigos y redes "virtuales" de apoyo.

Un mundo "a lo fácil". ¿Para qué emprender un viaje interior, espiritual y lleno de obstáculos a superar..., si basta con leer un librito de "superación personal" y mirarse ante el espejo y declarar "soy una persona maravillosa"? ¿Para qué buscar dentro de sí mismo las estrategias para ser felices en pareja..., si basta con pintar de verde la pared de la izquierda para atraer la buena suerte? ¿Para qué revisar la manera en que vivimos y encontrar insatisfacciones que reclamen nuestra creatividad..., si basta con escuchar un "iluminado" en un auditorio y luego repetir lo mismo, sólo repetir? Finalmente, ¿para qué debo arriesgarme a despertarme de mi letargo y esforzarme por vivir responsablemente mi vida..., si basta con tomar el medicamento milagroso de moda, o golpear un cojín por lo mal que me ha ido, o vestirme de blanco y exorcizar los malos espíritus con piedras, rituales y cartas mágicas?


No hablo aquí de la veracidad de los conocimientos, sino de nuestra actitud ante ellos. Una gran verdad que yo he conocido es que saber no es cambiar; para transformarnos, se necesita más que una postura intelectual o mágica ante lo que conocemos. La transformación total, ésta a lo que llamo el viaje interior, se consigue con el paso del tiempo. Si alguien quisiera vivir a un mismo tiempo la primavera, el verano, el otoño y el invierno, no lo conseguiría... sencillamente porque así lo quiso la sabiduría divina. Para cada cosa existe un tiempo, y en este camino espiritual también.


Como dije anteriormente, las vueltas que demos por este viaje interior dependen del nivel de realización del viajero: unas vueltas para conocerse (nivel psicológico), otras vueltas para conectar con los demás (nivel transpersonal), y otras vueltas más para realizar y manifestar la Unidad de lo divino (nivel trascendental o espiritual). En otras palabras, el viaje interior consiste en caminar gradualmente hacia el conocimiento hasta llegar a la más alta de sus formas: conocimiento que ilumina.

Para entender esto más claramente, tomemos el fuego como símbolo de la Verdad (ya que conocer es llegar a la verdad). Hay quien llega al conocimiento de la verdad, que es conocer el fuego luego de que alguien nos ha hablado de él; hay quien llega a la visión de la verdad, que es conocer el fuego a través de ver la luz de sus llamas; y hay quien llega al gozo de la verdad, que es conocer el fuego al haber sido consumido por él.

Por una parte, podemos conseguir el conocimiento de la verdad, de nosotros mismos y del mundo, a través de teorías psicológicas y doctrinas espirituales (lo que forma el "cuerpo" del conocimiento). Y, por otra parte, llegamos a la visión del conocimiento a través de la práctica de lo aprendido, de los métodos y estrategias vividas cotidianamente (lo que el forma el "alma" del conocimiento), que llevan al gozo de la verdad, al "espíritu" o esencia que habita en cada uno de nosotros.

Entender esta metáfora visual del viaje (circunferencia, radio y centro) nos deja en claro que, a menos que realicemos la práctica cotidiana de aquello que hemos conocido, a menos que nos despertemos y hagamos de la vida una realidad, será difícil la transformación que se pretende sólo por saber la teoría. Salir del letargo y despertarse es tomar conciencia y hacernos presentes en nuestra vida; éste es el primer paso en el viaje interior.

Como diría Surya Das (uno de los últimos lamas iluminados): "En sentido espiritual, todo lo que uno desea, a lo que aspira y necesita, está siempre presente, es asequible aquí y ahora, para aquellos que tienen ojos para ver". Cuando damos los primeros pasos en el viaje interior, vemos que nuestra atención está continuamente atrapada por ideas, ansiedades, preocupaciones e imágenes mentales y rara vez estamos presentes en nosotros mismos y en nuestra experiencia inmediata. Cuando nos permitimos experimentar plenamente, nuestra presencia como seres vivos, aquí y ahora, resulta una percepción transformadora, que nos embarca en el viaje interior.
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[Bitácora] Detente un momento, haciendo a un lado las actividades cotidianas en las que usualmente ocupas tu tiempo. Comienza a observar a tu alrededor, mira con detenimiento las cosas que te rodean, los objetos, el paisaje, las personas. Emplea el tiempo que te sea necesario, respira profundamente, permitiéndote observar. Ahora, percibe que hay cosas o matices en los que hasta ahora no te habías fijado. Házte presente: pon atención en tu respiración, en lo que estás sintiendo con este ejercicio sencillo, siente tu cuerpo. Luego mira a tu alrededor como si fuera la primera vez que lo observases. ¿Tiene aspectos que no habías visto nunca? ¿Percibes algo de manera distinta? ¿Qué sentimientos aparecen como resultado de reconectarte con tu alrededor? Recuerda que te estás permitiendo estar presente aquí y ahora, libre del aturdimiento de tu "dialogo interior". Finalmente, reflexiona: ¿qué de mi ambiente necesita un cambio de mi parte? ¿qué sentimientos experimento, que me hablan de la necesidad de moverme hacia la transformación?

jueves, 29 de enero de 2009

Yo Soy La Bella Durmiente

Los seres humanos somos inquisidores por naturaleza. Nos preguntamos: ¿por qué el mundo es como es?, ¿por qué soy así?, ¿por qué me suceden estas cosas?, ¿por qué las cosas son como son y cómo empezaron a ser así?, etc.


A lo largo de nuestra historia como seres humanos, hemos hecho intentos para responder a estos cuestionamientos e inquietudes. Estos intentos se llaman "mitos" (μῦθος = narración), es decir, narraciones que intentan dar explicación a una realidad; también un mito es un conjunto de creencias e imágenes que se forman alrededor de un fenómeno o personaje y que le convierten en modelo o prototipo. Entonces, no es que los mitos sean mentiras, sino explicaciones.


Marie-Louise von Franz, analista discípula de C. G. Jung, estudió el mundo de los mitos, cuentos de hadas, visiones y sueños, y los describió como expresiones del símbolo universal del Anthropos (el Hombre Cósmico, un arquetipo universal que abarca tanto la identidad personal como la identidad colectiva de los seres humanos). Todas estas narraciones cuentan la misma historia: el viaje del hombre y los distintos elementos arquetípicos con los que debe enfrentarse. Ahora, lo importante de revisar estas historias universales es analizar e identificar lo que tienen qué decirnos acerca de nuestra propia historia de vida personal.


Eric Berne, creador del Análisis Transaccional, también estudió los mitos y los cuentos de hadas y los utilizó para explicar algunos de los problemas emocionales que observaba. Describió una especie de tipología (mejor conocida como "argumentos de vida") y dijo que había sólo un número limitado de maneras de vivir la vida y que éstas ya habían sido "encapsuladas" en los mitos y los cuentos de hadas.


¿Por qué los mitos y los cuentos de hadas pueden ser relevantes para nuestra transformación? Primero, porque son historias coherentes que han sobrevivido cientos o miles de años y ejercen una atracción universal a las capas primitivas de la mente humana, quedando como experiencias susceptibles de identificación (¿quién no se sorprende al verse reflejado, a veces tan acertamente, en un personaje o historia determinados?). Segundo, y como consecuencia, si relacionamos nuestras vidas con alguna historia particular, podríamos encontrar pistas acerca de lo que necesitamos hacer para evitar un final desgraciado o para avanzar hacia un final feliz.


En La Bella Durmiente, en el bautismo de la tan anhelada princesa, tres hadas son invitadas como madrinas y regalan a Rosamunda (o Aurora) los dones de belleza, inteligencia y talento musical. Sin embargo, una hada malvada, enojada porque había sido relegada, lanza un hechizo: cuando Rosamunda cumpla los 15 años, se pinchará un dedo con un huso y morirá. Una hada buena, viendo que es incapaz de revertir completamente el hechizo, sentencia que la princesa dormirá cien años, hasta que sea despertada por el beso de un príncipe. Entonces, el rey prohibe que se usen los husos y las ruecas en todo el reino, bajo pena de muerte. Pero todo es en vano. Cuando la princesa cumple 15 años (o sea, llega a la vida adulta), se topa con una anciana que, en la torre del castillo, está hilando. La princesa le pide que la deje hacer esa tarea tan desconocida y... lo inevitable sucede: ¡la maldición del hada malvada se cumple! Entonces, el hada buena regresa y pone a dormir a todos los que están en el castillo. Un bosque de rosas salvajes crece alrededor del castillo, resguardándolo del mundo exterior: nadie puede entrar sin que encuentre la muerte entre las espinas. Después de que han pasado los cien años, un príncipe que ha escuchado la historia del encantamiento se atreve a adentrarse en el bosque y llega al castillo. Viendo la belleza de la princesa, tiembla de la emoción y cae de rodillas ante ella. La besa, ella despierta y, entonces, todos en el castillo despiertan para continuar sus vidas justo donde habían sido detenidas, como si nada hubiera pasado... y todos vivieron para siempre feliz.


Consideremos los siguientes elementos: una mujer atrapada, un largo período de letargo que la separa del contacto con el mundo ordinario, un héroe que supera los obstáculos o que simplemente llega en el momento adecuado, y un despertar. Casi todos estos elementos de La Bella Durmiente realmente pueden suceder. Sin embargo hay una ilusión que la protagonista no alcanza a reconocer: el tiempo no se detiene mientras que está dormida, que en realidad Rosamunda no tiene 15 años, sino 30, 40, 50 o, incluso ¡115!


Una persona que en la actualidad viva un argumento de vida semejante al de La Bella Durmiente tendrá que empezar a comprender que nada ni nadie puede permanecer sin cambios depués de que ha pasado un lapso de tiempo de tantos años.


Muchas personas, de una u otra manera, pasan toda la vida esperando al Príncipe, al salvador, alguien que los rescate, el trabajo adecuado, la justa oportunidad, lo que sea... en lugar de despertar a la realidad de que cada uno es responsable de construir las condiciones y la calidad de vida que quiere. Estar dormido por tantos años, en la espera de que algo especial suceda, es bloquear, evadir o temer el crecimiento personal.


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[Bitácora] Medita de qué maneras representas a Rosamunda. El género de la protagonista de un cuento no es relevante (¡a menos que despierte alguna sensación homofóbica!). ¿En qué consiste tu letargo?, ¿de qué manera te entretienes en lo que "podrías lograr si tan sólo..."?, ¿qué suceso extraordinario estás esperando que pase para poder movilizar tu energía?, ¿puedes reconocer que si esperas que el "príncipe" (eso extraordinario) llegue de afuera, puede ser que no llegue, o que llegue precisamente demasiado tarde (¡cien años después!)?


En el inicio de tu viaje interior, ¿cuáles son las cosas internas que te impiden despertar?

martes, 20 de enero de 2009

El Viaje


La idea de viaje no es algo nuevo, ya que es un símbolo que, bajo diferentes formas, se encuentra en muy diversas tradiciones desde los tiempos más remotos. El viaje simboliza la experiencia de dejar lo familiar y lo conocido, e iniciar una travesía en búsqueda de algo que necesitamos o que intuimos hará posible un cambio en nuestras vidas.


Recordemos a Percival, que sale de su hogar una mañana, dispuesto a convertirse en caballero; a Jasón, que viaja a la Cólquida para traer consigo el vellocino de oro que le hará ocupar el trono que le pertenece; a Antígona, que viaja en el exilio y regresa para hacer respetar el honor de la familia; a Odiseo (Ulises), con su viaje de más de 20 años, lleno de circunstancias a superar; a los hebreos en su éxodo y travesía por el Sinaí, buscando la tierra prometida; a Mahoma y su peregrinación (Hégira) para transmitir su iluminación; a Pinocho y su gran escape, buscando convertirse en un niño de verdad; a la Mujer Maravilla con su viaje galáctico a otro mundo, con la misión de salvarlo; o a las siete tribus, que dejan Aztlán, donde vivían rodeadas de dicha y felicidad, para comenzar su peregrinación hacia la libertad en el ombligo del mundo.


Así, el viaje es como un arquetipo poderoso que expresa una realidad, una necesidad, una experiencia humana universal: la búsqueda de sí mismo (self), el encuentro con la identidad propia, el re-encuentro con la esencia, el retorno a la divinidad. En el transcurso, el hombre viejo (o la mujer vieja) "muere" para dar lugar al hombre de verdad (o la mujer de verdad), que sólo puede mostrarse quitándose las miserias que le impiden ser quien verdaderamente es. La transformación llega después de un camino de purificación.


El viaje interior va más allá del mero desplazamiento físico; se trata de la acción desarrollada en pos de un objetivo: el encuentro consigo mismo. El viaje interior es un proceso de búsqueda y aprendizaje espiritual. Es una travesía lenta, por etapas, difícil y a la vez gratificante. Durante el camino las seguridades son ilusorias, existen pruebas y obstáculos a superar, en ocasiones se requiere la ayuda del exterior.


¿Qué debemos tener siempre en mente? Hay tres dimensiones en el viaje interior: el viajero, el camino y la meta.
  • El viajero es único e irrepetible, y debe hacer el viaje de manera personal, dueño de las decisiones, apropiándose de las experiencias y el autoconocimiento. Cada quien decide el ritmo de su andar; cada quien toma las veredas que necesita. Es más, cada quien inicia su trayecto en el momento justo y oportuno.

  • El camino es la serie de experiencias disponibles. Estas experiencias incluyen recursos para el auto-conocimiento, como viáticos para el viajero, que le ayudan a alcanzar su meta. Un camino sin obstáculos no es el mejor, aunque sí el más fácil.

  • La meta es el objetivo perseguido y, a la vez, el final del camino. Depende del nivel de realización del viajero. Así, podemos reconocer que las metas pueden estar en un nivel psicológico (si se busca el auto-conocimiento y el desarrollo personal), en un nivel transpersonal (si se busca el contacto y la integración con los demás), o en un nivel trascendental o espiritual (si se busca realizar y manifestar la Unidad de lo divino). Estos niveles son sucesivos, y se realizan gradualmente.
El viaje interior puede comenzar cuando vamos más allá de lo evidente, cuando atravesamos el espejo de las ilusiones y nos enfrentamos a nuestras insatisfacciones. Entonces, nos sentimos urgidos por la necesidad de transformación, de iniciar el viaje.

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[Bitácora] La pregunta de inicio es... ¿cuál es tu objetivo en este viaje?, ¿qué buscas?, ¿qué tipo de transformación necesitas?

martes, 6 de enero de 2009

Las Ramas Secas

Había una vez un maestro jardinero muy diestro para enseñar cómo cultivar flores, plantas de ornato, para la casa, para los jardines, árboles frutales, etc. Un día, el maestro explica el arte de podar. Enseña cómo y cuándo se debe realizar la poda, con cuál técnica, y especialmente subraya su importancia. Debe hacerse con cuidado, porque las ramas secas siguen chupando la savia vital e impiden el crecimiento de nuevos brotes. Explica las diferentes técnicas de poda, desde las más tradicionales hasta las más modernas.

En un cierto momento, un estudiante le pregunta: "¿Y qué hacemos con las ramas secas?". El maestro jardinero regresa la pregunta a los estudiantes y les dice: "¿Ustedes qué harían con ellas?". Uno responde que escogería las ramas más bellas y las utilizaría para hacer arreglos florales. Otro dice que echaría las ramas más pequeñas en la composta y las más grandes se las regalaría a un amigo que tiene la afición de hacer pequeñas esculturas de madera. Otro dice que las usaría para calentarse; tiene una casa antigua con una chimenea y necesita leña, no importa el tamaño. Otro más dice que utilizaría las ramas más fuertes como apoyos de otros árboles y para construir empalizadas.

De pronto, el maestro se da cuenta que un estudiante no participa de la discusión, parece absorto en sus pensamientos. Voltea hacia él y le pregunta qué está pensando. El estudiante le responde que estaba pensando en su abuelo, que ha desperdiciado su talento de jardinero buscando cultivar las ramas secas: había puesto algunas en agua con abono y otras directamente en la tierra, también bien abonada. Dedicaba todo su tiempo a las ramas secas y descuidaba las ramas y plantas que estaban vivas y verdes. Había gastado toda su energía en las ramas secas que no daban fruto alguno