Los seres humanos somos inquisidores por naturaleza. Nos preguntamos: ¿por qué el mundo es como es?, ¿por qué soy así?, ¿por qué me suceden estas cosas?, ¿por qué las cosas son como son y cómo
empezaron a ser así?, etc.
A lo largo de nuestra historia como seres humanos, hemos hecho intentos para responder a estos cuestionamientos e inquietudes. Estos intentos se llaman "mitos" (μῦθος = narración), es decir, narraciones que intentan dar explicación a una realidad; también un mito es un conjunto de creencias e imágenes que se forman alrededor de un fenómeno o personaje y que le convierten en modelo o prototipo. Entonces, no es que los mitos sean mentiras, sino explicaciones.
Marie-Louise von Franz, analista discípula de C. G. Jung, estudió el mundo de los mitos, cuentos de hadas, visiones y sueños, y los describió como expresiones del símbolo universal del Anthropos (el Hombre Cósmico, un arquetipo universal que abarca tanto la identidad personal como la identidad colectiva de los seres humanos). Todas estas narraciones cuentan la misma historia: el viaje del hombre y los distintos elementos arquetípicos con los que debe enfrentarse. Ahora, lo importante de revisar estas historias universales es analizar e identificar lo que tienen qué decirnos acerca de nuestra propia historia de vida personal.
Eric Berne, creador del Análisis Transaccional, también estudió los mitos y los cuentos de hadas y los utilizó para explicar algunos de los problemas emocionales que observaba. Describió una especie de tipología (mejor conocida como "argumentos de vida") y dijo que había sólo un número limitado de maneras de vivir la vida y que éstas ya habían sido "encapsuladas" en los mitos y los cuentos de hadas.
¿Por qué los mitos y los cuentos de hadas pueden ser relevantes para nuestra transformación? Primero, porque son historias coherentes que han sobrevivido cientos o miles de años y ejercen una atracción universal a las capas primitivas de la mente humana, quedando como experiencias susceptibles de identificación (¿quién no se sorprende al verse reflejado, a veces tan acertamente, en un personaje o historia determinados?). Segundo, y como consecuencia, si relacionamos nuestras vidas con alguna historia particular, podríamos encontrar pistas acerca de lo que necesitamos hacer para evitar un final desgraciado o para avanzar hacia un final feliz.
En La Bella Durmiente, en el bautismo de la tan anhelada princesa, tres hadas son invitadas como madrinas y regalan a Rosamunda (o Aurora) los dones de belleza, inteligencia y talento musical. Sin embargo, una hada malvada, enojada porque había sido relegada, lanza un hechizo: cuando Rosamunda cumpla los 15 años, se pinchará un dedo con un huso y morirá. Una hada buena, viendo que es incapaz de revertir completamente el hechizo, sentencia que la princesa dormirá cien años, hasta que sea despertada por el beso de un príncipe. Entonces, el rey prohibe que se usen los husos y las ruecas en todo el reino, bajo pena de muerte. Pero todo es en vano. Cuando la princesa cumple 15 años (o sea, llega a la vida adulta), se topa con una anciana que, en la torre del castillo, está hilando. La princesa le pide que la deje hacer esa tarea tan desconocida y... lo inevitable sucede: ¡la maldición del hada malvada se cumple! Entonces, el hada buena regresa y pone a dormir a todos los que están en el castillo. Un bosque de rosas salvajes crece alrededor del castillo, resguardándolo del mundo exterior: nadie puede entrar sin que encuentre la muerte entre las espinas. Después de que han pasado los cien años, un príncipe que ha escuchado la historia del encantamiento se atreve a adentrarse en el bosque y llega al castillo. Viendo la belleza de la princesa, tiembla de la emoción y cae de rodillas ante ella. La besa, ella despierta y, entonces, todos en el castillo despiertan para continuar sus vidas justo donde habían sido detenidas, como si nada hubiera pasado... y todos vivieron para siempre feliz.
Consideremos los siguientes elementos: una mujer atrapada, un largo período de letargo que la separa del contacto con el mundo ordinario, un héroe que supera los obstáculos o que simplemente llega en el momento adecuado, y un despertar. Casi todos estos elementos de La Bella Durmiente realmente pueden suceder. Sin embargo hay una ilusión que la protagonista no alcanza a reconocer: el tiempo no se detiene mientras que está dormida, que en realidad Rosamunda no tiene 15 años, sino 30, 40, 50 o, incluso ¡115!
Una persona que en la actualidad viva un argumento de vida semejante al de La Bella Durmiente tendrá que empezar a comprender que nada ni nadie puede permanecer sin cambios depués de que ha pasado un lapso de tiempo de tantos años.
Muchas personas, de una u otra manera, pasan toda la vida esperando al Príncipe, al salvador, alguien que los rescate, el trabajo adecuado, la justa oportunidad, lo que sea... en lugar de despertar a la realidad de que cada uno es responsable de construir las condiciones y la calidad de vida que quiere. Estar dormido por tantos años, en la espera de que algo especial suceda, es bloquear, evadir o temer el crecimiento personal.
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[Bitácora] Medita de qué maneras representas a Rosamunda. El género de la protagonista de un cuento no es relevante (¡a menos que despierte alguna sensación homofóbica!). ¿En qué consiste tu letargo?, ¿de qué manera te entretienes en lo que "podrías lograr si tan sólo..."?, ¿qué suceso extraordinario estás esperando que pase para poder movilizar tu energía?, ¿puedes reconocer que si esperas que el "príncipe" (eso extraordinario) llegue de afuera, puede ser que no llegue, o que llegue precisamente demasiado tarde (¡cien años después!)?
En el inicio de tu viaje interior, ¿cuáles son las cosas internas que te impiden despertar?