martes, 24 de febrero de 2009

De Viajeros, No-Viajeros y Casi-Viajeros



La búsqueda de uno mismo, el afán de encontrarse consigo mismo y con los demás, y llegar a la meta del viaje espiritual hasta toparse y descubrirse con la Unidad Divina, no es una tarea fácil: es un derecho de toda persona… y, siendo un derecho, hay quienes lo hacen propio y quienes no. En otras palabras, hay quien emprende su viaje interior y personal, quien lo hace sólo como “compañía” de alguien más (creyendo que vive su propio viaje), y quien sencillamente no lo toma y se queda tranquilo en casa pretendiendo que vive. Podríamos hablar, entonces, de distintos tipos de viajeros, de no-viajeros y de casi-viajeros.








Los No-Viajeros



Hemos ya leído sobre los que “viven” al estilo Bella Durmiente, que se quedan esperando y esperando, en la ilusión de que algo o alguien más haga un cambio favorable que les lleve a despertarse y ser felices; mientras tanto, los infortunios se deben a hechizos de los demás (que en psicología llamamos “proyección”), a accidentes desafortunados: todo ha sido mala suerte (“desde que me pinché con el huso…”), o bien, no ha llegado la buena suerte (¡en un caballo que se atreve a interrumpir cien años de letargo!).




Los Casi-Viajeros



Por una parte, tenemos a los casi-viajeros en subjuntivo, es decir, los que viven fuera de lugar en el "hubiera” y sus viajes son complicados en fantasía (¡de hecho, lo que viven es el pluscuamperfecto de subjuntivo!). Viendo que los demás se atreven, piensan que, entonces, sólo es cuestión de decir “yo también”, aunque luego continúen con su monotonía y atrapados en el “si hubiera…”. Como Tecuciztecatl, el dios rico pero cobarde. Cuenta el mito azteca que, cuando aún era de noche, y no existía un sol que hiciera el amanecer, se reunieron todos los dioses en Teotihuacan para ver quién tomaría el trabajo de hacer salir el sol. Tecuciztecatl dijo “¡Yo tengo que ser!”, y nadie más se atrevía… excepto Nanahuatzin, el dios pobre, quien recibió de buena gana la petición. Luego de cuatro noches de penitencia, llegó la media noche y se les ordenó arrojarse al fuego para sacrificarse y convertirse así en un dios superior, el sol. Tecuciztecatl sintió que el ardor era insufrible y no hizo más que sentir miedo, pararse a medio camino y retroceder; luego de cuatro intentos, se echó a huir. Entonces los dioses dijeron a Nanahuatzin que se arrojara al fuego. Nanahuatzin esforzó su corazón, no se amedrentó, no retrocedió y se arrojó al fuego de una vez. Al ver esto, Tecuciztecatl también se arrojó. Al alba, surgieron tal como se habían auto-sacrificado: Nanahuatzin-el Sol salió primero por el oriente, seguido de Tecuciztecatl-la Luna; y así hacen su oficio durante el día y la noche. Tecuciztecatl hubiera sido el sol, si no se hubiera acobardado y se hubiera echado al fuego.




Por otra parte, también hay los casi-viajeros de compañía, que viven adheridos al proyecto de otra persona (esposo, esposa, hijos, trabajo, etc.), ya que consideran que su propio valor es tan pequeño que no vale la pena vivirse, o que el propio valor viene de fuera, del cumplimiento con un rol social o del cumplimiento de las expectativas externas. Como el caso de Antígona, que decide acompañar a Edipo, su padre ciego, cuando éste va en exilio a Colono, donde muere. Regresa a Tebas cuando Creón prohibe el entierro de los Argivos (que habían atacado a Tebas y habían sido derrotados), en particular el de Policines, hermano de Antígona. Sin embargo, Antígona roba el cuerpo de su hermano y le da sepultura, en contra de la prohibición. Y por esa razón, es sentenciada a muerte. Indudablemente el acto heórico de Antígona es oponerse a las leyes injustas, al deshonor, ya que "aunque las leyes del gobierno sean consideradas como indispensables, a veces hay que oponerse cuando pretenden estar por encima de las leyes divinas inalterables; ya que estas últimas son eternas, mientras que las leyes hechas por los hombres vienen y van". Sin embargo, es claro que la vida de Antígona, en el plano personal, no tiene el mismo valor que la consideración que ella hace acerca de la justicia y de las cosas en el plano social; de hecho, luego nos enteramos por Sófocles que Antígona era casada y que tenía un hijo, y no sabemos qué lugar ocupaban en su proyecto personal...





Los Viajeros



Aquí tenemos diferentes "versiones", de entre las cuales anoto sólo tres.



El Viajero Renuente, aquel que inicia la travesía no por su propia voluntad, sino porque ésta es una cuestión de vida o muerte (como Blanca Nieves), o porque "crecer forma parte de una obligación social" y deben, así, obedecer los mandatos. Tomemos el caso de Hänsel y Gretel: son los hijos de un pobre leñador que, temiendo el hambre, es aconsejado por su esposa (la madrastra, obviamente) para que los lleve al bosque y luego los abandone allí. Hänsel y Gretel escuchan el plan de su madrastra, y Hänsel tiene la ocurrencia de recoger guijarros blancos, para dejarse un rastro que les indica el camino de vuelta a casa. Después de que vuelven, su madrastra convence de nuevo al leñador para abandonarlos; esta vez, sin embargo, ellos sólo pueden dejar un rastro de migas de pan. Desafortunadamente, los animales del bosque se comen su rastro de migas de pan ocasionando que Hänsel y Gretel se pierdan. Perdidos en el bosque, encuentran una casa hecha de pan, con ventanas de azúcar, la cual empiezan a comer. La habitante de la casa, una vieja mujer (otra bruja, obviamente, pero más temible), los invita a entrar con las malas intenciones de engordarlos y luego comerlos. Aunque la bruja encarcela a Hänsel y hace a Gretel su sirvienta, Gretel la engaña y logran escapar a su casa para reunirse con su padre, cuya mujer había muerto por ese entonces. "Así fue que toda necesidad llegó a su fin, y ellos vivieron juntos en perfecta felicidad". Aunque este cuento de hadas contiene muchos elementos que necesitarían un análisis posterior, en este momento quiero llamar la atención sobre dos detalles: los guijarros blancos representan la renuencia de Hänsel y Gretel que les devuelve al hogar, a lo familiar ("más vale malo conocido" que un camino bueno por explorar). Sólo cuando, providencialmente, lo que les puede regresar no existe (en este caso, las migas de pan; o "quemar las naves", como lo hizo Cortés), se ven en la posibilidad de superar los conflictos que existen en todo viaje desconocido. Además, no es la actitud lógica de Hänsel (pistas para volver a casa), sino la valentía y espontaneidad de Gretel (burlar a la bruja), la que salva e ilumina.


El Viajero Rebelde, que emprende su viaje como una reacción a lo establecido (como Atalanta). Es el tipo de viajero que se sobrepone a las adversidades del medio ambiente, que reta el status quo para salir en búsqueda de su realización. Atalanta fue una heroína reconocida por sus inmejorables habilidades para la caza. Su padre quería únicamente hijos varones y por eso, al nacer Atalanta, la abandonó en el monte Partenio a su suerte. Pudo sobrevivir gracias a que una osa la cuidó y la amamantó, hasta que unos cazadores la encontraron y decidieron criarla. Así, desde su infancia, Atalanta se enfrentó a muchos peligros: tuvo que enfrentarse a dos centauros que querían violarla, participó y ganó en la cacería del jabalí de Calidón, ganó el premio a la carrera en los juegos fúnebres organizados en nombre de Pelias, y fue la única mujer argonauta que acompañó a Jasón tras el vellocino de oro. Atalanta simboliza la mujer contestataria que se rebeló contra todos los esquemas patriarcales de la Grecia Antigua y logró obtener el respeto de sus contemporáneos así como de la posteridad. La desventaja para el viajero rebelde es que se vive el viaje de una manera desasosegada, siempre con una carga emocional fuerte y reaccionaria. De hecho, su nombre significa precisamente la necesidad de igualdad (Atalanth= igual en peso).



Finalmente, el Viajero Interior, aquel que sale en búsqueda de algo que le pertenece (como Jasón que va tras el vellocino de oro, pero que su meta es recuperar su reino) o aquel que busca convertirse en algo mejor (como Perceval). Tras la muerte de su padre, la madre de Perceval le lleva a los bosques de Gales donde le cría a espaldas de las tareas propias de los hombres hasta los 15 años. Sin embargo, finalmente un grupo de caballeros atraviesa el bosque y Perceval queda impactado por su heroica apariencia. Queriendo convertirse en caballero, el muchacho viaja hasta la corte del rey Arturo, donde tras probar su valía como guerrero es investido caballero e invitado a unirse a los Caballeros de la Mesa Redonda. Sale en la búsqueda del Santo Grial, se encuentra con el lisiado Rey Pescador y ve el Santo Grial, pero no logra hacer la pregunta que habría curado al herido monarca. Tras aprender de sus errores hace voto de volver a encontrar el castillo del Grial y completar la búsqueda.



Para mí, el tipo de héroe que manifiesta Perceval es el más cercano a aquellos que buscan iniciar su Viaje Interior: al principio es ingenuo y atontado, pues había sido protegido de los peligros del medio ambiente (como aquellos que todavía "no salen del cascarón", y no precisamente por la edad). Aunque ha visto la manifestación de la meta del viaje espiritual (el santo Grial), fracasa en hacer la pregunta adecuada (porque ha aprendido que "hacer muchas preguntas es falta de respeto", o cualquier otro mensaje parental -introyecto- que haya tragado sin digerir...) que hubiera curado al rey. Sin embargo, aunque inicialmente un ingenuo, Perceval es suficientemente puro como para curar las heridas del rey y convertirse en el Guardián del Grial.



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[Bitácora] Aparta un momento y un espacio en el que puedas realizar la siguiente meditación. Imagina, aunque sea por un momento, que tu vida deja de ser tal como la vives: desaparece tu trabajo, tu familia, tus amigos... Desaparece todo lo conocido, lo familiar, lo que te brinda seguridad y estabilidad. Pregúntate: si no tengo estas cosas, ¿qué dirige mi vida? Si el centro de mi vida, tal como es actualmente, se perdiera... ¿qué me quedaría? ¿En qué me convierto? ¿Cómo es mi existencia actual? ¿Aletargada como la de Bella Durmiente? ¿Reaccionaria y ambiciosa como la de Tecuciztecatl? ¿Apoyada en la de los demás como la de Antígona? ¿Renuente y necesitada de creatividad como la de Hänsel? ¿Rebelde y violenta como la de Atalanta? ¿Ingenua e impreparada como la de Perceval?

El reto es aprender...

martes, 10 de febrero de 2009

Hacernos presentes en nuestra vida

Los seres humanos hemos avanzado con pasos de gigante en el conocimiento de nosotros mismos: ahora sabemos mucho acerca del yo, del superyo y del ello; conocemos que hay motivaciones inconscientes y conscientes; hemos aprendido estrategias de comunicación interpersonal; creemos dominar el mundo en que vivimos. En muchas ocasiones, entre más conocemos acerca de nosotros mismos, más nos alejamos de quienes realmente somos. Hemos generado tantos y tan fáciles conocimientos, que creemos saberlo todo, tener acceso a todo, control de todo. Para mí, este nivel de conocimientos y progreso ha generado "la ilusión del hombre universal", que vive en un mundo pseudo-moderno, y convive con ciber-amigos y redes "virtuales" de apoyo.

Un mundo "a lo fácil". ¿Para qué emprender un viaje interior, espiritual y lleno de obstáculos a superar..., si basta con leer un librito de "superación personal" y mirarse ante el espejo y declarar "soy una persona maravillosa"? ¿Para qué buscar dentro de sí mismo las estrategias para ser felices en pareja..., si basta con pintar de verde la pared de la izquierda para atraer la buena suerte? ¿Para qué revisar la manera en que vivimos y encontrar insatisfacciones que reclamen nuestra creatividad..., si basta con escuchar un "iluminado" en un auditorio y luego repetir lo mismo, sólo repetir? Finalmente, ¿para qué debo arriesgarme a despertarme de mi letargo y esforzarme por vivir responsablemente mi vida..., si basta con tomar el medicamento milagroso de moda, o golpear un cojín por lo mal que me ha ido, o vestirme de blanco y exorcizar los malos espíritus con piedras, rituales y cartas mágicas?


No hablo aquí de la veracidad de los conocimientos, sino de nuestra actitud ante ellos. Una gran verdad que yo he conocido es que saber no es cambiar; para transformarnos, se necesita más que una postura intelectual o mágica ante lo que conocemos. La transformación total, ésta a lo que llamo el viaje interior, se consigue con el paso del tiempo. Si alguien quisiera vivir a un mismo tiempo la primavera, el verano, el otoño y el invierno, no lo conseguiría... sencillamente porque así lo quiso la sabiduría divina. Para cada cosa existe un tiempo, y en este camino espiritual también.


Como dije anteriormente, las vueltas que demos por este viaje interior dependen del nivel de realización del viajero: unas vueltas para conocerse (nivel psicológico), otras vueltas para conectar con los demás (nivel transpersonal), y otras vueltas más para realizar y manifestar la Unidad de lo divino (nivel trascendental o espiritual). En otras palabras, el viaje interior consiste en caminar gradualmente hacia el conocimiento hasta llegar a la más alta de sus formas: conocimiento que ilumina.

Para entender esto más claramente, tomemos el fuego como símbolo de la Verdad (ya que conocer es llegar a la verdad). Hay quien llega al conocimiento de la verdad, que es conocer el fuego luego de que alguien nos ha hablado de él; hay quien llega a la visión de la verdad, que es conocer el fuego a través de ver la luz de sus llamas; y hay quien llega al gozo de la verdad, que es conocer el fuego al haber sido consumido por él.

Por una parte, podemos conseguir el conocimiento de la verdad, de nosotros mismos y del mundo, a través de teorías psicológicas y doctrinas espirituales (lo que forma el "cuerpo" del conocimiento). Y, por otra parte, llegamos a la visión del conocimiento a través de la práctica de lo aprendido, de los métodos y estrategias vividas cotidianamente (lo que el forma el "alma" del conocimiento), que llevan al gozo de la verdad, al "espíritu" o esencia que habita en cada uno de nosotros.

Entender esta metáfora visual del viaje (circunferencia, radio y centro) nos deja en claro que, a menos que realicemos la práctica cotidiana de aquello que hemos conocido, a menos que nos despertemos y hagamos de la vida una realidad, será difícil la transformación que se pretende sólo por saber la teoría. Salir del letargo y despertarse es tomar conciencia y hacernos presentes en nuestra vida; éste es el primer paso en el viaje interior.

Como diría Surya Das (uno de los últimos lamas iluminados): "En sentido espiritual, todo lo que uno desea, a lo que aspira y necesita, está siempre presente, es asequible aquí y ahora, para aquellos que tienen ojos para ver". Cuando damos los primeros pasos en el viaje interior, vemos que nuestra atención está continuamente atrapada por ideas, ansiedades, preocupaciones e imágenes mentales y rara vez estamos presentes en nosotros mismos y en nuestra experiencia inmediata. Cuando nos permitimos experimentar plenamente, nuestra presencia como seres vivos, aquí y ahora, resulta una percepción transformadora, que nos embarca en el viaje interior.
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[Bitácora] Detente un momento, haciendo a un lado las actividades cotidianas en las que usualmente ocupas tu tiempo. Comienza a observar a tu alrededor, mira con detenimiento las cosas que te rodean, los objetos, el paisaje, las personas. Emplea el tiempo que te sea necesario, respira profundamente, permitiéndote observar. Ahora, percibe que hay cosas o matices en los que hasta ahora no te habías fijado. Házte presente: pon atención en tu respiración, en lo que estás sintiendo con este ejercicio sencillo, siente tu cuerpo. Luego mira a tu alrededor como si fuera la primera vez que lo observases. ¿Tiene aspectos que no habías visto nunca? ¿Percibes algo de manera distinta? ¿Qué sentimientos aparecen como resultado de reconectarte con tu alrededor? Recuerda que te estás permitiendo estar presente aquí y ahora, libre del aturdimiento de tu "dialogo interior". Finalmente, reflexiona: ¿qué de mi ambiente necesita un cambio de mi parte? ¿qué sentimientos experimento, que me hablan de la necesidad de moverme hacia la transformación?